Una brisa leve

Cuantos laberintos se entrecruzan, se mezclan y se pierden,
nadie lo sabe
En esa muralla de casas apiladas
entre los agujeros del alambre tejido que separa una realidad de otra
Miles de ojos que observan la vida que transcurre bajo sus pies,
tan distinta
A través de cables enmarañados
y una montaña de ladrillos
que empiezan en donde termina la calle,
donde se duplican las puertas y crecen las familias

Quien prefiere no verla
es porque nunca tuvo que escalarla
Porque puede alejarse,
ajeno a esa realidad con la que convive
No es que no quiera,
es que no puede soportar la diferencia.
Rocinha. Rio de Janeiro




































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